Intento de diario - Violence in her heart.
Sensualmente le arrastraba con sus ojos inocentes y brillantes hacía un lugar apartado en una noche de pocas estrellas y algo de frío . Entre otras insinuaciones, se mordía los labios mientras retorcía un mechón travieso entre sus pequeños y finos dedos. Mientras que en el cuerpo de ella no había ni una sola gota de alcohol, él había bebido lo suficiente como para tener que apoyarse en las paredes que se iban encontrando su camino haciendo sonar el eco con las palabras que se le atropellaban en la boca. Atravesaron la plaza y se metieron por la calle central, giraron a la izquierda y se dirigieron a una zona con obras en la que los andamios creaban una perfecta oscuridad para todo tipo de situaciones repletas de emoción. Con cierta facilidad lo sentó en el suelo y después se sentó ella encima, la pose no podía ser más provocativa. Sacó del bolso una botella de licor de melocotón y la abrió. Lamió la boca de la botella y le dió de beber. Sin reparo le dió un buen trago y le pasó a ella la botella, hizo que bebía, pero a penas se mojo los labios, y así siguió. Sin que la noche se diera cuenta el brillo de sus ojos comenzó a cambiar mientras miraba aquel borracho sobre el que se sentaba.
El juego de la botella no se alargó mucho, él había empezado a acariciarle el trasero y parecía que algo se removía en su interior con la intención de llevar la situación al paso siguiente. En el siguiente trago, le dió la botella a la joven y le dijo lo bonita que era dejando que su aliento manchado de alcohol provocara la suficiente angustia como para tener que apartar la cara. Cuando volvió a acercar se podía ver como aquellos bellos ojos inocenetes se habían convertido unos ojos llenos de odio, cólera y dolor. Sus facciones mostraban rabia interio acumulada mediante unas mandíbulas apretadas. Repentinamente cogió la botella por el cuello y con un grito interior de rabia y angustia que no llegó a salir, la levantó y la dirigió con todas sus fuerzas a la cara de aquel chico que se sentaba bajo ella. El impactó fue directo y debido al impuslo de ella, provocó la caida de ambos al suelo a escasos centímetros.
La botella reventó en el suelo provocándoles cortes que empezaron a sangran al momeno. Con la rabia hacióndole temblar todo el cuerpo, trataba de ponerse pie. Las lágrimas de ira recorrían a sus anchas la suave piel de la cara y se llevaban el maquillaje detrás. No podía controlar el odio que se removía en su interior y entre sollozos de una angustía que no le dejaba respirar maldecía el día que lo conoció. Cuando por fin consiguió levantarse del suelo empezó a gritarle con hilos de voz que se perdían en la fría noche. Sabía que perfectamente podría no estar comprendiendo sus palabras, o más bien sus gritos desgarrados por el cansancio pero eso no le importaba. Mientras el cuerpo del chico continuaba en el suelo prácticamente inmóvil, apretaba los puños, marcando cada tendón, hasta clavarse las uñas en la palma. Un quejido salió del suelo y la silueta que parecía sin vida comenzó a recobrar algo de sentido. Intentó sentarse en el suelo, pero ella le dió una fuerte patada en el tórax devolviendo al suelo: ¡MALDITO PERRO CÁLLATE!¡QUIÉN TE HA DADO PERMISO PARA MOVERTE! Resoplaba fuertemente, el aire no le llegaba a los pulmones y debido a los gritos cada vez le costaba más mantener aire en su interior, la ansiedad se había hecho con el control de su cuerpo. En un ataque de ira, lo cogió bruscamente del pelo oscuro y zarandeó su cabeza mientras intentaba que las palabras salieran. Calló al suelo sentada por falta de equilibrio, y tuvo que reprimir las ganas de vomitar, la ansiedad se la estaba comiendo viva. Le seguían temblando las manos.
Se apartó del chico que seguía en el suelo completamente borracho. Aunque el lugar estaba prácticamente a oscursas el odio y asco enfermizo se reflejaba en sus ojos. Su respiración entrecortada podía escucharse a la perfección debido al esfuerzo que hacía. No había dejado de llorar. Miro una vez más al individuo que yacía en el suelo, se levantó, le dió la vuelta al cuerpo y le dió un puñetazo. Sus nudillos se estremecieron. Lo repitió. Sus nudillos se volieron a estremecer. Le dió igual. Y siguió. Era una chica de poca fuerza, pero ni la rabia ni la adrenalina que recorría por sus venas sabía de límites. Sus manos estaban llenas de sangre debido a lo cortes que la botella le había hecho y le dolían, el frío además no ayudaban y el color rosado naural de sus manos comenzaba a ser morado. En uno de los golpes, le temblaron las piernas y volvió a caer al suelo... Esta vez tuvo que ponerse a gatas para poder levantarse. Se dejó caer sobre una de las paredes, y con la cabeza al cielo y los ojos cerrados, lloró.
Lloró desconsoladamente. Cuando pudo calmarse un mínimo, se levantó con dificultad, se acercó a él, le miró desde arriba sin aganchar la cabeza y le dió una patada, escupió sobre aquello que se retorcia de dolor e incertidumbre y se fue. Se fue, adentrándose en las calles más oscuras de la ciudad. Dejando atrás todo un pasado lleno de silencios, errores, de noches frias, de mundos rotos. Y así dejo de latir un corazón para convertirse en hielo.
P.D: a veces me pregunto que sería de mi inspiración, si no me jodieras tanto. Gracias por nada. Que te jodan.